Monday, May 25, 2015

Pensar la muerte (1) ( o notas sueltas desde la insumisión)


Por Andrea Crespo Granda

 
“Mi madre me vino a dejar. Vestía una blusa de sangre y
cuando salimos la neblina de la mañana la envolvió
como si fuera una flor roja deshilachándose.”

 Raul Zurita

 A pesar de que se ha dicho cosas muy válidas y pertinentes en relación a la figura legal del femicidio y la vigente penalización del aborto en casos de violación; quisiera repensar esas demandas desde otra mirada: la mirada de la muerte. Cuando digo esto, más de una persona pensará en una visión fatalista sobre el tema o pensará en que es una obviedad puesto que el femicidio es eso: la muerte anunciada de una vida con violencia.  Y puede que se  piense, además, que el aborto está vinculado a una “cultura de la muerte” como abogan los grupos que trabajan contra los derechos fundamentales de las mujeres.
 
Sin embargo, cuando hablo de pensar la muerte, hablo de mirarla. Me explico: aquello sobre lo que se reflexiona es  aquello que puede vivir, que puede elaborar un camino, que  tiene  mayor permanencia en la personas. En ese sentido, cuando propongo pensar  y mirar la muerte, estoy proponiendo acercarnos y mirar cómo se han estructurado una serie de necro políticas, diseñadas para que la vida  no prolifere (2).  Algo así como cambiar todo para que nada cambie.  Y con ello instaurar la muerte del pensamiento, que es la muerte de la acción.
 
Vamos por partes. El primer paso en este pensar, implica al ojo: cómo vemos estas muertes. Para que exista mirada, debe pre existir un deseo. Desde aquí es indispensable conocer si como organizaciones sociales, feministas, personas comunes y corrientes, tenemos las competencias, las capacidades para poder mirar hacia/dentro de lo que implica la muerte de las mujeres imbuidas  en espirales de violencias.
 

I

Una rosa es una rosa (3)

 

Vivir cada día con la zozobra del golpe. Pensar cada día en cómo no provocar su ira.  Buscar que los desacuerdos no terminen en el rostro:

Sobrevivir cada noche.

Cada dureza de noche. Cada día.

 Quienes trabajamos en centros de atención y prevención de violencia conocemos, día tras día, las historias de vida de mujeres para las cuales la violencia es parte de su cotidianidad. Los servicios de atención pueden colocarnos en una paradoja: ¿por qué vivir de esta forma, por qué no cortar la violencia? Y al mismo tiempo ¿cómo es posible que las personas/prestadores de servicios/sociedad no puedan leer, darse cuenta, de la complejidad y singularidad de cada situación?

 

Estas preguntas tan simples son  parte del imaginario de la sociedad que públicamente condena la violencia contra las mujeres, pero que las deja solas, infinitamente solas; esperando a que ellas sean capaces de terminar, en soledad, con un monstruo como la violencia y los abortos clandestinos.

 

Y debemos decirlo: las mujeres que intentan denunciar y terminar con las agresiones tienen mayores probabilidades de morir como venganza por parte del victimario. Es fácil endilgar a las mujeres la responsabilidad exclusiva por su muerte, mas en estos casos hay toda una co-responsabilidad que se pone en manifiesto en las persistentes actitudes de minimización de los estragos y realidad de la  violencia de género e intrafamiliar.

 

Una rosa es una rosa: lo que es,  es lo que es. La  violencia  contra las mujeres no se resuelve en el silencio, ni perdonando. Se resuelve – de alguna forma- tomando medidas, haciendo cortes. Cortar con un malestar es lo que le otorga cualidad de diferencia a cada vida, por ende le otorga singularidad.

 

También  resolvemos en algo estas violencias cuando, una vez que las mujeres hemos optado por poner un alto, la sociedad garantiza toda una serie de medidas que nos protejan, que nos precautelen de nuevas agresiones, que no aumenten nuestro riesgo y vulnerabilidad; ese es el rol del Estado: contar con un sistema de protección integral que esté activo, alerta y con la capacidad de reconocer lo evidente: la violencia siempre será progresiva. Pero además debemos tomar en cuenta –y esto no es una competencia del Estado- que  la violencia ejercida por parte de quien dice querernos está atada por necesidades particulares irresueltas de amor, autoestima, autorrealización, goce;  que colocan a las mujeres en situaciones de dependencia afectiva, económica, emocional. La violencia se funda en despojar históricamente al sujeto mujer de  herramientas para elaborar una propia narración sobre nuestras vidas. Lidiar con esto nos demuestra que no solo debemos ver-mirar la piel, los golpes; debemos ver los hilos que mueven la violencia (4).

 

¿Podemos cómo sociedad civil ver estos hilos, de verdad? ¿Cuentan los jueces/zas,  trabajadores/as sociales y demás funcionarios públicos con procesos de capacitación para comprender que el femicidio no debe leerse solo como un hecho, sino como una crónica anunciada de una vida con violencia? ¿Podemos generar respuestas de empoderamiento económico, educativo, estético/corporal para las mujeres, una vez que estamos dispuestas a cortar la violencia? ¿Qué alternativas de información, de subsistencia, proponemos como sociedad a las mujeres qué no conocemos otro patrón más allá del maltrato? ¿Qué opciones para ser-ejercer una ciudadanía plena se dan para las mujeres en nuestro país?

 

II

La revolución consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos (5)

 

Mirar las condiciones que violentan a las mujeres es desestructurar al patriarcado, es desestructurar un sistema en donde las tecnologías biopolíticas están al servicio de ciertos sujetos (por lo general blancos, letrados, de clase media-alta, masculinos)

Mirar el femicidio como el resultado de una continuidad de violencia nos lleva a tratar de realizar un ejercicio de memoria. El feminismo adolece del desconocimiento de su genealogía, esto lo señala constantemente el/la feminista Paul Preciado. Entonces es necesario y urgente revisar los caminos de los feminismos en Ecuador, reconocer que las feministas son diversas, vienen de diferentes luchas y demandas. Esa multiplicidad enriquece el escenario a favor de los derechos de las mujeres; pero esos feminismos ecuatorianos requieren de una genealogía que les permita ser maleables y, a su vez, firmes para no dejar que el Poder lo convierta en un significante vacío, despolitizado, sin la potencia que implica ser femme fatale, hembra, puta, hermana, nerd, mujer, insurrecta, marimacha, asexuada, madre; en un sistema de privilegios para la violencia vertical que implica el ser hombre.

 

Una rosa puede pulverizarnos los ojos: mirar el mundo en clave feminista es mirar el mundo desde las posibilidades de la diferencia. El feminismo es, entre otras cosas,  una práctica para qué, aquello que ha permanecido subalterno, sumido en el silencio, pueda tener voz (6).  El feminismo no es una representación de La Mujer, ya que no existe una forma de ser nosotras, como tampoco es un vara para categorizar lo que es ser Hombre, a pesar de qué,  desde el feminismo,  se alerta cómo las ficciones políticas nos han impulsado a adoptar ciertos roles-posiciones de masculinidad y feminidad y  cómo  se han validado  ciertos roles por sobre otros.

 

He aquí la revolución: asumir un cuerpo sin órganos: el cuerpo no diagnosticado por las ficciones políticas como la democracia, la representación de género, la disforia de género, el macho izquierdotropical, la madre sumisa, la puta egoísta, el homosexual intransigente, el liberal inverosímil, la educadora sexual que reparte estampas de santos como protección ante el demonio del sexo, las que abortamos. (Artaud, 1947)

 

He aquí el incendio: mirar nuestros cuerpos como un arma, como una acampada en donde está peleando la Historia y tomar las armas. Ser insumis@s.

 

Nuestros cuerpos: sustancia elemental que se bifurca, que se agota: por eso es infinito.

Mirar nuestra precariedad, nuestra muerte tan temida e incendiarla con la vida.

III

La estrella lloró rosa (7)

(Una rosa es un incendio)

 

 

Propongo mirar la muerte y,  mirar es pensar. Pensar  la muerte es pensar en su administración. Pensar la muerte implica  reconocer que los Estados utilizan la experiencia de la sociedad para crear bunkers, mausoleos en donde entra la Historia, pero no nuestros cuerpos (8)

Uno bien puede lidiar con la muerte, pero no con las ausencias. Cuerpos que se acercan a Otros y lo tocan como un puñal incendiado en niebla. Madres  y padres que pierden a sus hijas (para ellos no hemos inventando un nombre). Cuerpos de mujeres que mueren bajo el puño de sus amantes, de abortos practicados en condiciones infrahumanas, cuerpos de hijos e hijas huérfanos como saldos de la violencia.

 

Una rosa es un incendio. Cuerpos de hermanas, de amigas,  que flotan en el ruido de su sangre.

Y digo ruido porque el silencio ensordece demasiado rápido y demasiado pronto, porque en Ecuador 6 de cada 10 mujeres  caminamos en la orilla de un femicidio, porque cada 4 minutos una de nosotras está abortando. 

 

Una rosa es un incendio. Nuestros cuerpos pueden encenderse en su propia fragilidad.

Pensemos la muerte, para hacer la vida.

 

 

 

 

 

NOTAS

 
1)     Este texto fue pensado como aporte para presentarse ante un encuentro de mujeres feministas. Su estructura emplea las voces de tres poetas como pilar de cada eje, pero el texto sufrió un esguince debido a un acontecimiento: la conferencia magistral de Suely Rolnik, dictada en el marco de la Semana Cero de la UARTES, en Guayaquil. Quiero agradecer a Bertha Díaz por propiciar un encuentro fugaz con la pensadora. Luego de este acontecimiento este texto ha sido contaminado por la necesidad imperante de seguir haciendo cortes distintos en el camino del feminismo
2)       Esta es una referencia al pensador Achille Mbembe y su propuesta  de necropolítica qué, para decirlo en breves rasgos, presenta al Estado como un  agente propiciador de políticas paraestatales  vinculadas a la administración de la muerte.
3)     Con este aforismo  Gertrude Stein logra que la rosa se haga roja por primera vez en la poesía, pues emplea la reiteración como una forma de hacer carne la palabra. En el uso de esta figura literaria la poeta logra poner a flote la cualidad de lo que enuncia y que “paradójicamente” queda oculto en el lenguaje.                                                                                                
4)     El rol del Estado debiera ser operativo-funcional. Brindar un marco jurídico que proteja y garantice derechos y una aplicación sostenida en la institucionalidad pública para que esto se cumpla.  Negar la importancia de la coordinación con el Estado es una necedad. Mientras vivamos en sociedades “organizadas”  es necesario poder ejercer la exigibilidad de los derechos a instituciones concretas, caso contrario la impunidad sería la ley.  Allí radica un trabajo fundamental del activismo y de la sociedad civil; el mantener una distancia saludable y prudencial entre el aparato estatal, la nuda vida y las tácticas de resistencia como refiere Agamben.
 
5)      Alejandra Pizarnik  
6)      Aunque es un guiño a G. Spivak, quien resuelve que esto es un imposible, en este punto  también me refiero a  la propuesta de G. Deleuze y  F. Guattari en la cual, mediante los agenciamientos colectivos,  ha sido posible  desmontar lógicas  y sistemas que han prevalecido en nuestras sociedades con privilegios  y,  esos agenciamientos han sido empujados por su misma potencia de heterogeneidad  en el escenario público. Pensemos en estas ausencias que se volvieron presentes desde la irrupción  (GLBTIQ´s, feminismos, ecologismos, etc.).  A eso me refiero con voz.
7)      Artaud.
8)      La entrada de los cuerpos a los dispositivos de normación se da, justamente, desde el posicionamiento de los cuerpos como objetos de catálogo: los sujetos afectados por patologías, los perdedores, las otredades periféricas, los migrantes,  y también las maternidades modelo, ciertos cuerpos que sí son  válidos, etc. Tomo la referencia de M. Foucault en  Dits et écrits. 1984.
 
BIBLIOGRAFÍA
·         Antonin Artaud (1947). Para acabar con el Juicio de Dios. Pieza radiofónica.
·         Achille Mbembe. (2011). Necropolítica. España: Melusina.
·         Félix Guattari. (2013). Líneas de Fuga: por otro mundo de posibles. Argentina: Cactus.
·         Félix Guattari y Suely Rolnik. (2013). Micropolíticas, cartografías del deseo. Argentina: Tinta Limón.